gasolina de verdad.

Porque seguimos prejuzgando y escribiendo al respecto, llega a ustedes, y en el día del operador telefónico, otra entrega de la saga de "LA MALA ONDA" & Friends (bueno, en su caso no son amigos, pero se entiende). Presentamos hoy un clásico en la vida cotidiana, un favorito en las novelas argentinas juveniles y el recurso repetido de Cris Morena: LAS BLONDIES.

Como el mundo (y el call) son grandes, alcanzó el espacio para albergar tanta frescura, tanta feminidad, tanto encanto, tanto felino suelto: no sería suficiente con una rubia tarada, no!!! la oferta cultural y laboral permitió la unión de dos rubias tontis! juntas! en un mismo sitio!!!. LAS BLONDIES, como dije, son dos. Obviamente, son rubias, altas, usan botas y tienen los pechos en el lugar en el que Dios en general coloca la garganta en cualquier mujer promedio. Las blondies no caminan, desfilan. Van y vienen, van y vienen, moviendo las caderas de izquierda a derecha y de derecha izquierda. Se pasean muy campantes, siempre juntas, agitando sendas doradas cabelleras, hasta captar la mirada atenta e impertinente de todo ser masculino que anda por ahí suelto y también (por qué negarlo?) la mirada envidiosa, asesina, de las mujeres. Las blondies lo saben... y lo disfrutan. Como en cualquier novela de la tarde, las blondies se ríen a corito, tienen voz medio empastada y gangosa (onda "cheta" pero más bobi) y hacen gestos con las manos mientras dicen palabras alterantes como "gordo", "sorry" o "no te la puedo".

Llama la atención el hecho de que ni EL BUITRE ni sus amigos les anden revoloteando entre las ondas extensionadas y teñidas (seguuuuro!!!!) a las rubias señoritas. Las opciones son a) que ya lo intentaron y rebotaron ante tan rígida silicona o b) no son tan giles y ni lo intentaron.

Ojo, yo con las blondies todo bien. Las re re respeto, me parecen súper-piolas, re copadas, unas divinas. DI-VI-NAS.